Esta es la historia real y verídica de una perrita sevillana, motorista y viajera.
El día del Pilar, sobre las 6 de la tarde, me encontré con un señor muy amable que me invitó a una magdalena mientras yo tomaba café en un bar.
Llevaba una perrita acurrucada sobre su hombro. Se percibía en ella el cariño que le tenía su dueño.
Lo que ocurrió después no me lo podía imaginar.
El hombre monta a Lola en un artilugio construido por él. Era una especie de cunita de muñecas perfectamente vestida. Mi asombro aumentaba viendo que le pone un cinturón de seguridad. Pero me quedé boquiabierto al observar que saca un casco minúsculo, y se lo pone al animal atándoselo al cuello. Inmediatamente le pone una capota de plástico para que no se moje y le abre una persiana para que Lola saque su hocio y vea el paisaje.
Le pedí permiso para hacerle una foto. Amablemente, me lo dio. Y me dijo, por detrás pone su nombre. En letras mayúsculas y limpias ponía "LOLA". Hasta una medallita de la Virgen del Rocío llevaba en la capota.
Esta es Lola.